jueves, 6 de marzo de 2014

Confesiones

Sí. Lo acepto.

A veces me da un poco de vergüenza no bañarme todos los días.

Pero no dejo que tales pensamientos impuros me amedrenten, ni dominen mis impulsos.
Digo, todavía a veces siento el insano impulso de utilizar jabón y, no se diga, el shampoo...

O el desodorante y la pasta de dientes. Gulp.

Mas inmediatamente recapacito y vuelvo al redil. Recuerdo el pacto que hice con mi propio cuerpo, de cuidarlo, amarlo y respetarlo todos los días de mi vida, hasta que la muerte nos separe. En las buenas y en las veces que comí ajo. O cuando tengo que acomodarme mi rebelde cabello en una trenza francesa.

Es entonces cuando pienso (como diría mi sabia madre, qué presumida):
Vale la pena, dejar de seguir a las multitudes en lo que "creen" que es lo correcto. Que la gente hable y diga. Nada de lo que puedan decir (u oler) es mas fuerte que mi determinación de procurar la mejor salud posible para mi cuerpo.

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