martes, 17 de enero de 2012

Locuras, locuras


Originalmente escrito en Facebook el 12 de enero.



Hoy hice una de las cosas que creí que nunca en mi vida iba a hacer.


Venía regresando de la escuela y por razones que ahora no recuerdo, en vez de irme toda enchamarrada como siempre me voy, me fui solamente con una chamarrita azul. En vez de tenis y calcetines, me llevé unos huaraches negros. Y, raro en mí, no me puse una blusa de manga larga, en vez de eso, solamente traía una playera de algodón delgada.






Sobra decir que todo el día me la pasé ensimismada en mi cubículo, casi casi hecha bolita y, sobre todo, agradeciendo el control de clima que tiene el CINVESTAV.


Bueno, ya me desvié un poco. El punto es, últimamente estoy tomando junto con un compañero, una manera muy... digamos "saludable" de regresar de la escuela. En vez de regresar con Don Nabor en uno de los primeros dos horarios (que nos dejaría en un lugar donde pasa un camión que nos deja a unas cuantas cuadras de la casa), nos regresamos en el último viaje, el de las 5:40. En ese viaje, Don Nabor nos deja un poco más cerca de la casa, pero no pasa un camión que nos lleve directo. Por tanto, mejor caminamos 2.5 km hasta la casa.


Pero hoy, precisamente hoy, el reloj digital de la Soriana marcaba 9 grados celsius. Sin embargo, antes de ver eso, se me ocurrió probar algo: ¿qué pasaría si me quitaba mi insignificante chamarra y caminaba esos 2.5 km hasta mi casa dejando que mi cuerpo creara su propia fuente de calor?


Pensé: muy posiblemente, nada. 9 grados, a pesar de que me calan hasta los huesos normalmente (soy una persona muy friolenta) no me iban a matar. Y tampoco era como si me fuera a exponer dos horas seguidas a ese frío. Eran a lo más, 30 minutos. Sin pensarlo dos veces, le pedí a mi amigo que me detuviera la mochila y me amarré la chamarra a la cintura.


Inmediatamente comencé a sentir el viento helado en mi brazos descubiertos. Comencé a caminar más rápido en un intento de crear calor. Conforme iba avanzando, sentía un hormigueo extraño en los dedos de mis pies, hasta que los del pie izquierdo se durmieron por completo. Me dolía el abdomen de las contracciones involuntarias que hacía para generar calor. Y sin embargo, no me puse la chamarra en todo el camino.


Al final, llegué a la casa. Sudando de la espalda.


Todavía salí un rato después por algo a la tienda sin chamarra. Persona con la que platicaba, me decía que le daba frío solamente de verme. Y yo como si nada.


Je, pensé que nunca podría hacer algo así.






Total, ahorita me puse a ver una serie como una hora, y ya mi cuerpo dejó de generar calor. Lástima, era una sensación agradable. Volví a mi yo natural. Toda cobijada y temblando de frío. Pero la experiencia valió la pena. Definitivamente lo haría de nuevo.

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